Lo siento si no dije Adiós
Nunca se me dió muy bien
dejar las cosas correctamente acabadas,
ordenadas,
protocolariamente rematadas.
Supongo que por eso nunca me gustó lo perfecto, lo coherente,
lo adecuado.
Siempre revolviéndolo todo
Danzando entre la voragine convulsa del caos.
Para al final,
cerrar la puerta de golpe,
haciendo temblar el suelo donde se alzan los pies con los que camino. Con los que corro.
Y nunca, nunca, nunca
mirar atrás.
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