Y la chica que estaba haciendo lo que siempre había querido se sintió defraudada, como si le hubieran engañado durante toda su vida. Se sintió descolocada al ver que no encajaba en su propia vida, ya no sabía quién era. ¿Lo había sabido alguna vez o antaño su sueño era un espejismo de amargura?
Se levantaba más cansada que el día anterior y es que no dormía del tirón desde hacía tres meses. ¿Qué clase de vida era esa? Levantarse, estudiar, comer, ir a clase, hacer como que entiendes algo, volver a casa, cenar y encerrarte en tu cuarto. La rutina de cuatro días a la semana ¿Aguantaría así un año al menos? ¿Era eso lo qué siempre había deseado? ¿De verdad?
Pero un día se levantó y se miró en el espejo. Siento decirte que no se miro como las otras chicas, buscando estar guapa o no tener ninguna imperfección, no. Se miro exigiendo saber quién era, y qué iba a ser de ella.
Gritó muy fuerte:
-¡¿QUIÉN SOY, MALDITA?!
Y echó a llorar con rabia, porque la ignorancia de los sueños o los sueños amargos, son las pesadillas del mundo de los despiertos. Y ella lo comprendió desde el instante en que el espejo se rompió, no podía darle respuesta.
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