«Entre palabra y palabra
hay un espacio lleno
de tempestades humanas»
Las batallas del tiempo, Jesús Fernández González
Creador 1: ¿Qué? Te lo vuelvo a repetir: quiero irme, tengosueño. Esta conversación no va a ninguna parte.
Creador 2: ¡Espera, traidor! Quedamos en escribir hoy juntos, en crear algo para completar la revista. No te escaquees.
Creador 1: No me escaqueo, porque no tenemos nada que crear.
Creador 2: ¿Por qué dices eso?
Creador 1: Me cuesta hablar. Me cansa pensar.
Creador 2: Y a mí me cuesta escucharte. No te entiendo.
Creador 1: Míranos. Encajamos a la perfección en el cuadro; dos perfectos ingenuos que creen crear sentados frente al mar, rompiéndose ante sus ojos, agitado por las mismas y repetitivas olas, la misma espuma, las mismas preguntas y las mismas ideas, elevadas al incansable infinito. Siempre igual. Una y otra vez. ¿No te das cuenta? Mis palabras no tienen nada de propio, sólo son sonido sucio y desgastado. No puedo aportar nada a la revista. Lo siento.
Creador 2: No lo sientas. ¿Acaso no dejas de ser tú la persona que está diciendo todo eso?
Creador 1: ¿Yo y cuántos antes de mí? ¿Trillones? ¿Y cuántos más en este mismo momento? ¿Millones?
Creador 2: Esto que dices no es más que…
Creador 1: Sí, la idea del eterno retorno; ideas repetidas infinitamente en el tiempo.
Creador 2: Tú mismo lo has dicho. Pero… ¡suerte que naciese un tipo llamado Nietzsche, capaz de bautizarla y darle forma! Él mismo anuló su propia teoría al crearla.
Creador 1: No lo creo. Él no anuló ni creó nada. Tan sólo se limitó a hablar de lo que otros ya habían hablado. El tiempo ya había sido pensado en sentido cíclico y circular mucho antes. Nos podemos remontar a Maquiavelo, o si quieres a Aristóteles y Anaximandro.
Creador 2: Cierto. No te quito razón, pero Nietzsche fue capaz de darle su propio enfoque. Fue tan ingenioso como para aportar nuevos matices. Por eso es creador.
Creador 1: Pero la esencia era y es la misma. Reinventar no es crear. Crear es producir algo de la nada. El ser humano ya no puede crear. Tú y yo no podemos aportar más que mediocridad a la revista.
Creador 2: Vas demasiado rápido…
Creador 1: O tú excesivamente lento.
Creador 2: Rápido o lento, blanco o negro.
Creador 1: ¿Esa dicotomía la has creado tú, verdad?
Creador 2: ¡Qué va! Yo soy un mediocre.
Creador 1: ¿Te ríes de mí? Esto es absurdo. Me voy a ir ya.
Creador 2: Calma. Tranquilízate, anda. Vamos a fumarnos un buen petardo.
Creador 1: Quizás sea lo más interesante que has dicho hasta el momento.
Creador 2: Fuma y disfruta.
Creador 1: Joder, si que está rica esta mierda.
Creador 2: Trabajo y tiempo me ha costado.
Creador 1: Imagino.
Creador 2: Yo también estoy bloqueado. Los segundos pasan, se nos van y me temo que seguimos sin tener nada que aportar a la revista.
Creador 1: Te lo repito de nuevo, entre caladas esta vez. No hay nada que aportar.
Creador 2: ¿Sabes lo que te pasa? Te anclas en el siglo pasado, en el anterior y en todos.
Creador 1: ¿De veras?
Creador 2: Tú mismo te aferras a la mediocridad, a ese pseudo absurdismo que pareces destilar, porque malinterpretas la teoría. Caes en un tremendo error al analizar la creación sólo como esencia. La creación es mucho más que eso. Simplificas demasiado. Existe una relación insondable de factores, de variables y de incógnitas como para pasarlas por alto. Por eso creo en la revista y en su unicidad.
Creador 1: De acuerdo. Pero esa relación de la que hablas, después de todo, posee un principio y un fin, ¿verdad? Por lo tanto, no puede ser única porque jamás será infinita.
Creador 2: ¿Y? ¿Crees verdaderamente necesaria la infinitud al ser humano?
Creador 1: No he dicho eso.
Creador 2: ¿Entonces?
Creador 1: ¿Y si esa relación-finita no diera ya más de sí?
Creador 2: Explícate.
Creador 1: Lo que he dicho. Principio y fin. Todo tuvo que tener un principio, es decir, los aborígenes del ser humano racional, desde las cavernas, donde las palabras aún se articulaban sordas y mudas, y las ideas fluían vírgenes por vez primera; y, por supuesto, un fin, porque no hay infinitud en el ser humano, como hemos dicho. Yo este fin lo sitúo en el último helenista griego: ahí murió la creación, la esencia. Todo lo queda después no es ya más que reinvención.
Creador 2: Yo no tengo tan claros los límites. En cualquier caso, para mí, reinvención es creación.
Creador 1: ¡Basta! Estamos enfermos. Esto es una enfermedad. Huyamos.
Creador 2: No creo que lleguemos a un acuerdo.
Creador 1: ¡Huyamos! Sólo decimos enfermedades. ¡Eres un maldito mediocre! ¡Soy un mediocre!
Creador 2: Entonces, no nos queda más que reinventarnos. Todo sea por la revista.
Creador 1: Reinvéntate tú. Yo paso.
Creador 2: No. Tú serás el primer creador, y yo el segundo. Ya tenemos relato.
Creador 1: No me vas a convencer con una simple artimañana metaliteraria.
Creador 2: No pretendo convencerte. No hay nada que convencer. Sólo somos dos mediocres jugando a ser creadores. Tú mismo lo has dicho, ¿no?
No hay comentarios