Te arranco la ropa
a mordiscos,
tu flujo me invita
a pasar y quedarme
a tomar una última
copa.
Tus manos se aferran
a las sábanas,
las mías a
tus muslos.
Me susurras gemidos sordos,
tu lengua hace
que mi piel arda y
que mis sueños acaben
en ceniza.
Cada rincón de ti,
cada poro es un cráter
donde quiero plantar
mil quinientos besos.
Recogeré tu virginidad madura,
te enseñaré el camino
que lleva al pecado
para que Dios niegue
nuestro polvo salvaje.
Ay, déjame balancearme
en tu clavícula,
precipitarme a tus senos
y acabar ahogado
en tu ombligo.
Me pones cachondo
sólo con imaginarte.
Te echo de menos,
en mi cama y como
viniste al mundo,
cansada y jadeante
después de una guerra
donde las armas de
destrucción masiva son
nuestros sexos.
Voy a conquistar tu cima,
voy a acabar con la dictadura
de «polvo con amor»,
crearé en tu cuello
la república del
«fóllame suave
pero seco».
Te deseo, te añoro,
y lo mejor de todo,
es que aun
no nos conocemos.
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