El holocausto y uno de sus análogos en el mundo de hoy:
Mario lleva 11 años en España. Cotizó durante ocho y, según explica, una pelea derivó en su ingreso en prisión durante 50 días. «Me quitaron la tarjeta, me quedé indocumentado», relata. El pasado 28 de marzo le llamaron de la Comisaría. «Decían que tenía que firmar una medida cautelar, no entendí muy bien qué era». Una vez allí, se ocupó de él la Brigada de Extranjería. Aquel día fue trasladado al CIE de Zapadores. «Luchar contra el CIE desde dentro es imposible. Estamos silenciados. Nuestras quejas se quedan entre estas paredes«, señala.
«A lo largo de 1942, Pio XII recibió un flujo continuo de informaciones fiables acerca de los detalles de la «Solución Final». No llegaron todas a la vez, sino poco a poco. Al mismo tiempo se veía obligado a escuchar las crecientes peticiones desde todo el mundo para que pronunciara una clara denuncia de la situación», claro está… los intereses de la iglesia estaban por encima de los principios más básicos, desde 1933 el concordato que negoció con Hittler autorizó a imponer un nuevo código a los católicos alemanes y garantizó generosos privilegios a las escuelas católicas y al clero. A cambio, la iglesia católica alemana, su partido político parlamentario y sus cientos y cientos de asociaciones y periódicos se comprometieron, «voluntariamente», impulsados por Pio XIIa no inmiscuirse en la actividad social y política de Alemania.
Esto permitió que el nazismo pudiera asentarse sin encontrar la oposición de la más poderosa comunidad católica del mundo, justo lo contrario de lo que había sucedido 60 años antes, cuando los católicos alemanes se enfrentaron y derrotaron a Bismark en su Kulturkampf; no es una especulación creada con el tiempo, el propio Hittler alardeó de esto en una reunión con su gabinete el 14 de julio de 1933, en pocas palabras, la garantía de no-intervención ofrecida por Pío XII les deja las manos libres para resolver a su modo la «cuestión judía».
Aaron Schwartz, un judío polaco que milagrosamente sobrevivió al campo de Plaszow KZ y al Holocausto, más tarde recordó la masacre del ghetto de Cracovia, en «Testimonios del Holocausto», editado por Joseph J. Preil, donde describió el terrible destino de una niña rubia:
«Cuándo llegué a Plaszow el primer día, me pusieron en un grupo para cavar una tumba inmensa… trajeron camiones, con niños de doce años en adelante, y los mataron a todos… cuando llegaron a las tumbas fueron disparados allí mismo. Un grupo traía, con una carretilla, algún cloro y lo ponía encima, pues había una cantidad tan tremenda de cuerpos en esas tumbas.. Una niña, una chica rubia hermosa, se sentó en la tumba, vestida con un abrigo de pieles blanco esquimal, todo ensangrentado, y pidió un poco de agua.. esta niña había tragado tanta sangre, pues tenía un disparo en el cuello. Y entonces empezó a vomitar terriblemente. Y entonces se acuesta y dice, «Madre, dame la vuelta, dame la vuelta.» Esta niña no supo lo que le pasaba. Le dispararon, estaba medio muerta después del disparo. Y se sentó en la tumba, entre todos los cadáveres, y pidió agua.. estaba todavía viva. No había madre, sólo niños del ghetto de Cracovia. Así que estaba boca abajo, y pidió que le dieran la vuelta. ¿Qué sucedió después? No lo sé. Fue enterrada viva, probablemente, cubierta de cloro… Estoy seguro, porque no le pegaron otro tiro a esa chica…»
Hollywood y el Holocausto
«En el documental emitido en La Noche Temática, de TVE2, y titulado «Hollywood y el Holocausto», Spielberg ha contado el por qué de la escena.Según él mismo, la niña del abrigo rojo se pasea por la calle en la que se está matando a los judíos de Cracovia pasando inadvertida precisamente porque el rojo de su abrigo es demasiado evidente en medio de la horrible escena. La similitud de la niña con la situación histórica, en palabras de Spielberg, es que el Holocausto era una gran mancha roja de sangre, escandalosamente evidente, que estaba visible en todos los radares, pero que nadie, ni Estados Unidos, ni Gran Bretaña ni la Unión Soviética, hizo nada por evitar.
«Roma Ligocka, conocida pintora polaca y prima del famoso cineasta Roman Polanski, es la niña del abrigo rojo de la película La lista de Schlinder. Sin embargo, en la película de Spielberg la niña muere, mientras la verdadera Roma sobrevivió y cuenta su historia en estas excepcionales memorias. El libro se llama así: La niña del abrigo rojo. Cuando Roma Ligocka tenía un año los ocupantes alemanes ordenaron que todos los judíos polacos llevaran una estrella en sus ropas.Unos dos años después, en marzo de 1941, los judíos fueron recluidos en el gueto de Cracovia. Los fusilamientos y las deportaciones eran cotidianos. Roma y su madre lograron huir con documentación falsa. Una familia polaca, conmovida con la niña, que con su abrigo rojo parecía una fresa, escondió a ambas. Aún hoy Roma es uno de esos -niños ocultos- -como hoy en día se denomina a los supervivientes de esa generación- que sobrevivió al infierno y uno de los primeros en tomar la palabra. Desde la perspectiva de la infancia, muestra lo que significa crecer en medio del miedo y de la violencia, lo que significa mirar a los muertos a los ojos y experimentar como una certeza que la vida no tiene ningún valor. En la postguerra la vida de Roma tomará un rumbo inusitado: la relación con su primo Roman Polanski, la juventud en la Polonia estalinista, el ambiente artístico de Cracovia… Pero que todavía está marcada por los terribles acontecimientos de su infancia».
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