Nietzsche proclamó hace años la muerte de Dios; ya anteriormente habló de ello Hegel. También de Pascal y Plutarco hay chascarrillos. Otros pensadores contemporáneos no opinarían lo mismo si fuesen eruditos de estas cuestiones existencialistas; y estaba, y estoy, pensando yo en Mariano Rajoy. El estadista nos abruma día si y otro también con el insoportable ‘como Dios manda’. Su forma de gobernar está, pues, inspirada en el todopoderoso y avalada por el mismo hacedor de todas las cosas.

La naturaleza en si misma es producto de la evolución, del cambio en la rutina. El origen y evolución humana se sustenta en este hecho. Nietzsche proclamaba que el Hombre es un puente y que si por algo se define es por ser proyecto. Nuestro gobernante no lo tiene tan claro. Si algo caracteriza a los, llamémosle así, conservadores en lo político y social, es su inmovilismo en el pensar y en el hacer; si por ellos fuere la historia se habría detenido hace siglos, y aquí mi entusiasta lector podrá a su elección fijar el momento-tiempo en el que pudiera haber acontecido, resultando éste indiferente, pues hubiera sido uno en el que la clase dominante hubiera tenido la sartén por el mango o incluso mango y sartén.

Si para D. Mariano Dios creó el mundo debería saber que éste ha evolucionado en el tiempo, aunque a la iglesia le cuesta reconocer estas cosillas de la naturaleza y lo hace arrastrando los pies. Pero para Rajoy y los ‘suyos’ la cosa es más o menos así: Ni Dios ha muerto ni la evolución humana corre prisa y si no podemos detener la llegada de la modernidad al menos ralenticemos su paso. Y pone su granito de arena. ¿Cómo lo hace? Si señor: legislando, deteniendo el devenir y la evolución con leyes que impidan el avance. Y algunas de estas leyes están aprobadas o a punto de caramelo en Cortes gracias a esa ‘mayoría absoluta’ que todo lo puede y no debe cuestionarse, pues es mandato que arranca de las urnas y ojito con cuestionarla. Ejemplos: Gallardón se saca una progresiva ley antiaborto por ser caduca y retrógrada la existente; Fernández de la Mordaza, ministro de interior, aclaro, se saca de la chistera una ley de protección al ciudadano, o algo así se titula la película, para protegernos del rojerío irredente y antisistema que amenaza quema de iglesias y guerras civiles varias –Rouco dixit-. No seguiré enumerando normas novedosas y aquí mi preclaro lector podría añadir la o las que más le hayan llamado la atención estos últimos días.

Sin embargo tenemos otras que son leyes de la naturaleza y en consecuencia inamovibles, leyes creadas por Dios. La Constitución española declara derecho a vivienda digna y a trabajo, remunerado, aclaro lo de remunerado porque les veo venir. También consagra el derecho a la propiedad. Hasta aquí me siguen y estamos en la misma página. Y llega el interpretador de la ley, es decir el judicial, llamado Poder, que aquí más se representa como una camarilla de perillanes y estómagos agradecidos que de sesudos estudiosos del derecho. Cuando se interpreta la Constitución y así debe hacerse, o debiera, y se aplica en los actuales casos que asolan el país en lo tocante a los continuos desahucios vemos como prima el derecho a la propiedad en detrimento del derecho a la vivienda; curioso, ¿no? La evolución, el tiempo y la Historia han hecho que el aplicador de la ley disponga de vivienda e incluso segunda residencia, hablo en general, en tanto que el justiciable se da de bruces con el intrincado mecanismo administrativo-judicial-burocrático-bancario, que desconoce, y pronto se halla durmiendo en casa de acogida. Ante un posible conflicto de intereses se prima siempre el de la protección al poderoso y acaba perdiendo el menesteroso por el simple hecho de aplicar de esa manera la norma. Y es que al parecer Dios está presente en los desayunos de esta banda de corsarios y bucaneros y les aclara todas las mañanas quien es quien en este mundo y donde está y debe estar cada uno; inmovilismo le llaman. Añadamos el hecho esperpéntico de que el partido en el gobierno, ambas Cámaras legislativas, el poder judicial, el ejecutivo y rancio sectarista -de secta- ministro de interior y gran parte de las diputaciones y otros organismos autonómicos son la misma cosa y entenderemos todo. De la prensa adicta al régimen conversaremos otro día.

Autor:
Javier Giner Lucecita de El Pardo

 

 



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