Devorando farolas.

Arrancando farolas a mordiscos,
buscando en su luz las pisadas
que mi sombra me robó.

Cientos de miradas que me buscan
al cabo del día y ninguna me ofrece
el descanso que mis ojeras
necesitan.

Ahogándome entre bostezos,
el sueño se acumuló en las comisuras
de mis labios y no hay lengua que
se atreva a adentrarse en tan
oscura caverna.
Telarañas entre mis dedos y
polvo endurecido tapando
todos mis poros.

Caótico despertar para un ser inexistente,
un vagabundo que, con gorra de capitán,
va descubriendo plazas de aparcamiento
para que las altas clases sociales
tengan un buen sitio donde dejar
sus mecánicas monturas.

Recuerdos lejanos que se acercan
en forma de promesa incumplida,
que me encierren entre los barrotes
de una cuna, ahí descansaré tranquilo
sin más preocupación que la de
crecer y no volver a ser el mismo.

Átame tus miedo a mis muñecas,
te visitaré en tus más húmedas pesadillas
para recordarte que tus temores
ahora viajan agarrados de mi mano.
Despojado de mi orgullo, del calor cercano
de unas brasas que arden en la punta
de una lengua desconocida.
Alimentándome a base de gritos
y algún gemido hueco que se cuela
por entre las rendijas de la persiana
a medio bajar, mientras aguardo
a que me muestres tu mano
y ver que no eres el lobo.

Desde luego, estoy completamente loco,
perdido, angustiado y con una fecha
de caducidad que ni yo mismo conozco.

Prometo olvidarme de todas
las declaraciones de amor que
han hecho que mis venas
se suicidaran,
mentiras y falacias
en la orgía del amor,
en el despertar de tu mirada,
en las grises fosas marinas secas
que son mis ojos.

Desde que tú te fuiste,
arranco farolas a mordiscos
buscando las pisadas que mi sombra
me robó cuando ésta se fue
detrás de ti.

Autor:
Pablo Ballester | Contacto

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