“El Juli, profesor universitario”. Bajo ese titular abría ‘El Mundo‘ el artículo publicado el pasado febrero que recogía esta sorprendente noticia.
Sí, el famoso torero, un hombre con una inexistente (o desconocida) actividad intelectual iba a empezar a impartir clases. Y no en cualquier sitio, no. El joven diestro (utilizando terminología de su gremio) iba a debutar “por la puerta grande”: en la Universidad. “La Complutense y la Camilo José Cela se disputan su presencia”, informaba el diario.
La noticia causó una gran sorpresa en Nano, un “profesor ayudante y ferviente admirador” del matador (según sus propias palabras), que decidió escribirle una fervorosa carta (con altas dosis de sarcasmo) para darle la enhorabuena y expresarle su admiración.
Carta abierta a El Juli
Verás tengo un amigo malicioso que me responde, cuando le narro emocionado el valor de tus hazañas épicas (tanto en el campo intelectual como en el ruedo), que en realidad no tiene tanto mérito. Me dice éste amigo repelente e inculto que matar a un animal semi-inteligente y tan primario como un toro no tiene tanto mérito ni requiere tanto valor como parece, cuando estás asistido por otras personas y cuando tienes a tu disposición herramientas como una muleta, capotes, banderillas, lanzas, burladeros, un estoque. Insinúa, el muy ladino, que más que coraje, se requiere cierto sadismo para ser capaz de ver en directo el sufrimiento y la tortura gratuitos de un ser vivo y gozar con tal imagen, pero que se necesita ya de un psicópata diagnosticado para además ser el causante inmediato de tal sufrimiento y no solo avergonzarse de ello, sino exhibirse con orgullo en su condición de torturador. Añade, incluso, el torticero, que tratar de camuflar una tortura tan aberrante bajo el nombre bastardo de «arte», implica ser un espantoso analfabeto e ignorar completamente qué significa crear algo realmente artístico. Me replica el malandrín, que aquellos que consideran «arte» al toreo, deberían echar un vistazo alguna vez en su vida a las Venus de Boticelli, para vislumbrar, aunque fuese de reojo, algo verdaderamente artístico, antes de colgar la etiqueta de arte a un fulano con un trapo rojo en las manos o con un balón de fútbol en los pies. Y finaliza, sarcástico, con que ansía visitar algún «Museo de la ablación» en África, puesto que es una «tradición» que requiere de un talento y destreza sin igual y que debería celebrarse, en lugar de condenarla como barbarie en tiempos pretéritos. No hay forma de iluminar a este díscolo amigo mío: cuando le hablo de cómo os jugáis las vida los torero-investigadores como tú, me argumenta que más valor requiere subir a un andamio, puesto que mueren muchos más obreros por la precaria seguridad laboral, y que no ganan ni la mitad de la mitad de la mitad de un torero. Será cínico! No se da cuenta de que mueren más obreros porque hay más obreros que toreros hoy día.
Ahí queda, pues, mi admiración patente: me quito el sombrero (ya que no puedo quitarme la montera, como tú) ante ti, Juli, ya que a tus 31 años impartes el doble de asignaturas que yo. Pero no temas, se trata de una admiración noble, de una envidia sana; que nace del deseo de mejorar para emularte en tu gloria. Envidio, por ejemplo, tu prosa, limpia y refinada, cuando te oigo pronunciar (en una entrevista colgada en Youtube) frases tan elocuentes como:
Siento genuina curiosidad por saber cuántas horas has dedicado a confeccionar el programa de tus asignaturas, qué objetivos tienen (y en qué medida son transversales); qué contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales has contemplado; qué crédito didáctico vas a emplear, de qué técnicas psicológicas te valdrás para abordar la motivación (¿usarás la psicología cognitiva, el conductismo, el neopositivismo…?) y cómo has elaborado la lista de la selecta bibliografía que ofrecerás a tus alumnos para contribuir de singular manera en su precaria formación.
Sin duda, Juli, haces honor a tu segunda profesión de torero (la primera y primaria es ya, me atrevería a decir, la de docente), pues coges el toro por los cuernos cuando titulas tus asignaturas «Cultura taurina» y «Métodos para motivar a los estudiantes«. Es obvio que recurrirás a los teóricos del arte como Platón, Aristóteles, Giordano Bruno, Diderot, Goethe o Duchamp, para tender los puentes necesarios que unen de manera indisoluble e intrínseca «toreo» y «cultura». Alguien con vastísimos conocimientos de cultura y de arte como tú, que te dedicas profesionalmente a ello, no encontrará dificultad alguna para definir algo tan simple como el concepto «arte» y relacionarlo con la actividad manual «toreo».
Algo más de inquietud me causa, no obstante, tu segunda asignatura, «Métodos para motivar a los estudiantes»: pudiera pensarse que el título tiende a los abstracto, a la divagación espuria, ya que toda motivación, per se, requiere un objetivo de la misma, y sobre ¿qué vamos a motivar a los estudiantes de educación superior hoy día? ¿Sobre cómo hacer las maletas para irse al extranjero a buscar un trabajo ya que las alternativas (de eso tú si que sabes, Maestro) a morirse de hambre son hacerse político corrupto o tertuliano descerebrado? Gracias, Juli, por ser un ejemplo viviente de cómo existen otras opciones realistas y nada estereotipadas, como compaginar la difícil tarea de torero con las más ardua aún, trayectoria de investigador universitario.
No hay nada, pues, que temer, porque desde luego, no creo posible que exista ningún joven ahí fuera mucho más preparado que tú para ese puesto, ni nadie que lo necesite más que tú (se ve que lo estás pasando mal y que este puesto es merecida recompensa a tus ímprobos esfuerzos). Es seguro que dormirás con toda la tranquilidad sabiendo que nadie mejor que tú para recibir dinero público a cambio de publicitar nuestra tradición más importante y más valiosa, de la que todos los españoles estamos tan orgullosos y que no responde a ningún tópico bochornoso y trasnochado.
Olé.
Firmado:
Nano, profesor ayudante y ferviente admirador
No hay comentarios