– Estuve en Paris viviendo un tiempo, cuando era joven y no tenía dinero. Vi una vez un cuadro que me impresionó mucho, iba todos los días al museo a verlo, me plantaba allí a verlo, no hacía otra cosa… lo miraba. Lo miraba sentado, paseando, de pie, de cerca, de lejos… tenía algo muy fuerte, pero por más que lo miraba no supe que es lo que era, no sabía si me gustaba o no.
– ¿Y al final?
– Ahh… Pues, pasó Paris, pasó la exposición. Y luego con los años, al cabo de muchos años cuando tuve dinero… me compré una reproducción del cuadro.
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