Flacso Radio entrevista a Nadia Granados la creadora de Maternidad Obligatoria
Nadia Granados
Es militante, o -como ella misma se define- una “anarka panfletaria” que considera que hay miles de maneras creativas de comunicar lo que se quiere, sin depender de las fórmulas ya probadas. Es artista, aunque se haya peleado durante ocho años con esa parte de su naturaleza y con la manera como el estamento artístico define las reglas del juego. Su lenguaje estético es agresivo y provocador, lo cual no deja de resultar refrescante en medio de un universo que cada vez parece uniformarse más del lado de la aceptada sutileza y corrección.
Es Nadia Granados. Es la mujer que de vez en cuando subvierte los espacios públicos para hablar de política, del poder mafioso, de la democracia y de decenas de temas más, sin importar si lo hace a través de una bailarina erótica, una versión sexy y femenina de Santa Claus o de la manida imagen de la latina sexy y caliente que muchas han deseado y desean ser. Es la mujer que llega con una maleta, en la que caben todos los artefactos técnicos que necesita, para poner en marcha sus funciones de cabaret en recintos cerrados que se convierten en una mezcla de espectáculo y reflexión política. Pero también es La Fulminante, es el personaje, es quien ha encontrado su razón de ser en Internet y gracias a ello ha podido analizar temas como el sistema de salud, el desplazamiento forzado y el poder colombiano a través de la hibridación del lenguaje político y erótico, siguiendo algunas de las regla de los video chats porno que rompen récords de visitas en la red.
Ese es el primer dato a tener en cuenta, Nadia Granados es la Fulminante, pero no todo lo que genera como artista viene de la mano del personaje que la ha llevado a miles de monitores dentro y fuera del país. Nadia Granados vive en la calle con sus performance y se enfrenta de manera directa al público en eventos abiertos o cerrados en los que mezcla elementos de cabaret, mientras que La Fulminante debe su vida a Internet y encuentra su razón de ser en ese delgado pero emocional vínculo que se genera de computadora a computadora.
El antes y después
Aunque estudió artes en la Universidad Nacional, durante varios años Nadia se alejó de la producción artística para dedicarse a trabajar en lo que ella define como “movimientos sociales”. Hizo parte de la izquierda y por ello se dedicó a trabajar en carteles, volantes y otro tipo de piezas que le permitirán apoyar las causas en las que cree y los movimientos con los que trabajó.
Pero ese mundo pronto le quedó chico. No porque haya renunciado a sus convicciones ideológicas las cuales no necesariamente se encuentran actualmente vinculadas a un partido o movimiento específico, sino porque el gen artístico le reclamaba expresarse en lenguajes más creativos, más contemporáneos, mejor concebidos. Y esto no tenía cabida en esos espacios en donde entender los procesos de comunicación fuera de los caminos ya probados o tradicionales, no es tarea fácil.
Del «panfleto» a la mujer provocativa.
Justamente por su pasado, Nadia no habla de su trabajo solo en términos artísticos o poéticos. Se define como alguien que comunica y que encontró a través del performance y el video arte mejores instrumentos para analizar, criticar y narrar lo que sucede en países como el nuestro, siempre desde la perspectiva del poder. Un ámbito desde el que toca no solo hechos o decisiones puramente políticas, sino temas como la manera en que se concibe la relación mujer-poder, mujer-medios (pasando por espacios como la Cosa Política) e incluso temas como las relaciones y los esquemas aprendidos en torno al amor y el erotismo.
De aquellos videos iniciales, que en muchos casos trabajaba con colectivos, en los que parodiaba temas como La Gasolina, de Daddy Yankee, hoy queda poco en la obra de Nadia. El retornar a su propio lenguaje y reencontrarse con sus instintos más íntimos la ha llevado a consolidar un lenguaje artístico en el que se funden ironía, humor y provocación; y en que se mezclan diversos mensajes en una sola puesta en escena.
Sangre por gasolina.
De la provocación y el porno “soft”
En ese proceso de reencuentro con las artes y consigo misma, Nadia tomó una decisión que marca en mucho lo que hoy la define: trabajar en solitario. Ello le permitió dar forma, no solo a sus trabajos como Nadia Granados, sino al personaje que la ha convertido en un referente del performance y el video arte contemporáneo: La Fulminante.
En un proceso que se parece en algunos elementos a la configuración de los procesos transmediales (mensajes que se conforman a partir de piezas de contenido que se comunican en diversas plataformas y que en conjunto corresponden a una narración articulada), Granados puso a La Fulminante en diversos muros de Bogotá, le dio vida en el site www.lafulminante.com y se apropió, en algunos casos, de discursos ajenos que habían sido emitidos en otros medios para llenar de contenidos al personaje.
Adicionalmente retomó elementos del lenguaje de otros tipos de contenido y los llevó al contexto del poder y la política. Es por eso que al llegar a www.lafulminante.com muchos cierran la página creyendo que están en un site de porno, pues la estética y el lenguaje corporal del personaje, los elementos de utilería que se transforman en símbolos sexuales o provocadores (como aquellos en que emplea sangre, casi siempre hecha de tomates), el que el personaje hable en lenguas y no en español, de una remiten a los referentes del universo porno en línea.
Sin embargo, y pese a que cada tanto le cierran canales o le vetan videos que algunos reportan como no aptos para ninguna persona (e incluso uno en Youtube por mencionar la palabra ibuprofeno al criticar el sistema de salud en Colombia), Nadia es enfática al afirmar que ella no hace porno, y si lo hace, lo que escenifica es el preludio no el asunto explícito de las coreografías sexuales del género.
El asunto del porno en palabras de Nadia
Más allá de todo ello y del discurso textual propiamente dicho, La Fulminante es una mujer que resiste. Es en el fondo, quien se apropia de los estereotipos sobre las mujeres y emplea esos mecanismos para mirar a profundidad algunos de los asuntos más indignantes o dolorosos de la historia presente del país. O es quien logra ensamblar tantos discursos en una sola pieza que es posible pasar horas viendo cada video y leyendo los diversos mensajes que se derivan de cada banda sonora, cada proceso de subtitulación, cada gesto, cada elemento de la escenografía, cada objeto de la utilería.
Al entender esa característica de La Fulminante, se comprende porque este es un trabajo individual, que en colectivo nunca habría funcionado. Pues el proceso que realiza Granados parte de la improvisación, de la acción. Luego sí se da el proceso de analizar la sonoridad, por ejemplo, de las palabras de la Fulminante, así como su gestualidad, para ensamblar los subtítulos en los que se narra la investigación sobre el tema o se acoplan discursos de otros. Al final, Nadia crea, se autofilma, monta, edita y publica; pues en cada fase de ese proceso hay un elemento constitutivo y fundamental de la obra final.
El asumir todo el proceso le ha permitido generar una amplia producción en un tiempo relativamente corto, teniendo en cuenta los tiempos de producción de otros artistas. Y aunque ha recibido comentarios en torno a la posibilidad de que el personaje se agoté por la cantidad de cosas que produce, su respuesta es simple pero clara: “Si no se agotó el Chavo del Ocho en 20 años, por qué le pasaría a La Fulminante?
El estallido incendiario
Pero el nacimiento de La Fulminante tiene raíces más viejas. De hecho, Nadia cree que varias de las cosas que explora hacen parte de temas y estéticas que a ella le atrajeron desde siempre y que a los 20 años ya había descubierto que La Fulminante vivía en ella, tal y como se conoció después.
De la concepción en una peluca -según Nadia-
Sin embargo, el aspecto clave para conformar el adn de la fulminante como se le conoce hoy, fue la popularización de internet. El ser un personaje que vive en el mundo digital, le permite concebir la obra de manera distinta y saltarse el virus de la “proyectitis” que la había alejado del mundo artístico ( “el tener que estar pasando proyectos y el esperar que alguien avale la obra porque si no, simplemente no existe). Siguiendo las dinámicas de la red, la obra de Nadia Granados se concibe como un proyecto creativo que no requiere de un curador que lo avale y una galería que quiera exhibirla. Como los artistas netamente digitales, la obra llega directamente a las audiencias y son los usuarios quienes deciden verlo o no y abrirle un espacio o no en su vida cotidiana.
Lo cual no solo implica una postura crítica sobre la manera cómo se posicionan los artistas tradicionalmente en contravía de las nuevas realidades de circulación de la obra, sino que abre la posibilidad a que miles de personas conozcan las obras. Como dice la misma Nadia, ninguna galería recibe 40 mil o 50 mil visitas en Colombia para ver una exposición, en internet hay piezas videográficas que tienen ese número de visitas o incluso el doble. Claro, también están los que son vistos 200 veces, pero ese número de usuarios es el número de visitantes que llega a una inauguración en cualquier espacio físico.
Igualmente, el vivir en y para la red, ha llevado el mensaje de La Fulminante a miles de personas que nunca asistirían a un museo o a una galería tradicional. Así como el trabajo de Nadia Granados en la calle se roba la atención de cientos de transeúntes que ni siquiera están interesados en el tema. A fin de cuentas, su trabajo no está pensado como un hecho sagrado e intocable, no está concebido para ser visto en silencio por intelectuales, su trabajo está pensado para que llegue a todos, incluso a los que creen, como sostiene ella misma, “que hay una manera correcta de hacer performance. Que lo que vale es ser minimalista, permanecer estático media hora con la mirada perdida y estar rodeado de espacios blancos”.
Hay poco de esos elementos claramente en la propuesta de Granados y básicamente nada en La Fulminante como personaje, y tampoco hay mucho de lo que tradicionalmente se asocia a lo femenino y mucho menos a lo político, pero al final, eso es lo que logra que la propuesta artística de Granados sea una bocanada de vigor en medio de tanto silencio y fórmulas de corrección. Al final, quién puede demostrar que la obscenidad no es un rasgo de lo femenino y la política un ejercicio porno.
De lo femenino y lo obsceno en una misma frase, en boca de Granados
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